La FP, el gran reto del siglo XXI
Uno de los grandes retos del siglo XX fue ampliar la escolarización universal de toda la población con educación básica. Objetivo que en buena parte se ha logrado en los países más avanzados, pero que todavía queda por completar totalmente en estos mismos países y en el resto del mundo. La generalización de la educación está en la base de muchas de las transformaciones que se han producido durante el siglo XX tanto económicas, como tecnológicas, sociales y políticas, cuyas consecuencias todavía no están suficientemente analizadas.
Las innovaciones que empezaron a producirse a finales del siglo XX ahora, ya en pleno siglo XXI, se empiezan a generalizar impactando de forma profunda la actividad económica y también la vida social y colectiva de todo el planeta. Es lo que conocemos, todavía de forma provisional, como sociedad del conocimiento, sociedad digital o revolución 4.0. Esta nueva etapa como sociedad requiere nuevas capacidades humanas que suponen un nuevo reto educativo.
A medida que se avanza en la sociedad digital se observan nuevos requerimientos competenciales en el mercado de trabajo pero también en la vida cotidiana de la población cada vez más compleja, más mediatizada por ingenios tecnológicos a saber manipular, más sometida a dilemas éticos, identitarios y decisiones personales, que requieren personas con mayor capacidad de tomar decisiones autónomamente y a la vez de solidaridad colectiva para hacer frente a la creciente fragilidad del individuo aislado.
La formación de este «ciudadano nuevo» del siglo XXI exige repensar la estrategia educativa. Ya no es suficiente con una escolarización obligatoria hasta los 16 años para todos, en el caso de nuestro país. Es necesario que toda la población sepa vivir en una sociedad del bienestar con mayores cuotas de complejidad, que se incorpore al mercado de trabajo con una especialización profesional y que al mismo tiempo sea portadora de una elevada polivalencia y de capacidad de aprender para poder adaptarse a la evolución de las transformaciones aún por venir de la sociedad digital.
Este nuevo reto supone, además de repensar la escolarización obligatoria para formar a los “nuevos ciudadanos” del siglo XXI, conseguir que todos los y las jóvenes se incorporen al empleo con una formación específica de tipo profesional adaptada a los requerimientos de innovación y eficacia de la actividad económica.
El perfil del trabajador del siglo XXI no es el del trabajo manual, ni el del conductor de máquinas de los sectores industriales del siglo XX. Es el controlador de procesos, el verificador de sistemas, el gestor de informaciones, el organizador de procesos, el coordinador de eventos, el coordinador de equipos, el creativo de innovaciones, el comunicador de relatos, el creador de experiencias, el velador de personas…
Para formar a este nuevo tipo de trabajador/a, es necesaria una nueva combinación de capacidades profesionales en unas nuevas condiciones de trabajo. Ya no se requiere la misma relación entre conocimientos científicos de base y conocimientos especializados, entre polivalencia y especialización, entre competencias técnicas y competencias personales transversales del tipo soft, heredada de la era industrial del siglo XX.
De la misma forma que la formación profesional jugó un papel clave en la configuración del trabajador del siglo XX, con mayor razón, la formación profesional debe contribuir a configurar el nuevo trabajador del siglo XXI. Es necesaria una nueva FP para todos. Esta nueva FP no podrá desplegarla solo el sistema educativo ni las empresas por su lado. Es necesario un nuevo contrato social basado en una alianza entre empresas, administraciones educativas, sector formativo y sociedad para formar al nuevo trabajador/a del siglo XXI. Una sociedad que ofrezca oportunidades a los jóvenes para acceder al mercado de trabajo en condiciones dignas, unas empresas inteligentes que potencien el talento de su personal, trabajadores implicados que aporten sus competencias de innovación y creatividad para producir los bienes y servicios que requiere una sociedad del bienestar cohesionada. Un nuevo hito de envergadura, asequible y de gran impacto al que no se puede tardar demasiado en abordar en toda su dimensión.
Las posibilidades de configurar sociedades inclusivas de alto nivel de bienestar durante el siglo XXI dependerán, en buena parte, de la capacidad de formar a personas que sean capaces de vivir, trabajar y desarrollarse en este tipo de sociedad a la que aspiramos todos y que nos prefiguran los objetivos de los ODS de la ONU. Si la escolarización y la educación básica para todos fueron el gran reto educativo del siglo XX, la formación profesional para todos será la meta por alcanzar en el siglo XXI.
Oriol Homs, Francesc Colomé, Xavier Farriols y Josep Francí
Publicado en la versión en catalán de Opina FP el día 11 de junio de 2024