El sistema educativo alemán, la FP dual y un final abierto
Seguramente por deformación profesional, las personas que en algún momento nos hemos interesado por la Formación Profesional (FP) tenemos en el modelo alemán de FP dual un referente de excelencia, este referente lo extendemos de forma poco consciente al conjunto del sistema educativo alemán, cuando, en realidad la formación dual viene a resolver muchos de los problemas del modelo educativo alemán, que en otro contexto generaría graves disfunciones.
Por razones personales, conocemos bien la estructura del sistema educativo alemán y sus efectos sobre la población, muy en particular la del estado de Baviera. Debemos reconocer que habíamos hecho varias visitas de estudio a Alemania para que nos explicaran su sistema educativo però, como ocurre tan a menudo, hasta que no lo hemos vivido más directamente en la esfera personal no hemos llegado a hacernos una composición de lo que significa para su país.
Hay que decir que, en Alemania, Baviera es un estado muy conservador y que, por tanto, hay elementos que hacen distorsionar la visión que se pueda tener de la educación en el conjunto del Estado Federal. En cualquier caso, se puede constatar que es un sistema muy selectivo: a los 10 años se diversifican a los alumnos en tres itinerarios en función del rendimiento -notas- en tres asignaturas: Alemán, Matemáticas y Ciencias. Quienes han sacado mejores resultados van al Gimnasium, los medios van a la Realschule y quienes obtienen las peores calificaciones van a la Mittelschule. Esto que para muchos de nosotros no es ninguna novedad, nos permite ver la gran presión que representa para los niños y niñas bávaras de 10 años: una lluvia de exámenes que, a esta edad, les cuesta enormemente gestionar y que, normalment, no pueden superarse sin la ayuda de la familia. Muchos hijos de la inmigración o de clases populares que hablan un alemán poco normativo, están condenados de entrada a Realschule o Mitteschule ya que el sistema cuenta con que la ayuda de la familia será imprescindible para adquirir las competencias necesarias.
En Cataluña y en el conjunto del Estado español opciones como ésta se discutieron y resolvieron hace ya muchos años: condenar a un alumno -a los 10 años, o a los 14 que era en nuestro caso- a tener que cursar mayoritariamente la FP representa para nosotros una fuente de desigualdad. En cambio, aparentemente, en Baviera no parece haber quejas sociales sobre esta cuestión (es cierto que hay debates académicos sobre el tema, pero que, a pesar de los años que llevan de debate, hasta ahora no ha cuajado modificación alguna). El modelo de Estado del Bienestar se mantiene robusto y el modelo productivo incorpora de forma eficiente a los diferentes titulados en función de sus necesidades con un sistema salarial bien equilibrado. Un titulado de FP tiene una expectativa laboral y un prestigio social, avalado por un sueldo respetable, que hace que no se distingan fácilmente aquellos que han pasado por la Universidad o aquellos que han accedido al mercado de trabajo vía FP. El sistema selecciona muy pronto a aquellos que probablemente irán a la Universidad y al resto -la mayoría- les da una formación suficiente para ganar un sueldo adecuado y tener una buena posición social.
¿Y la formación general? ¿Las competencias básicas para vivir y convivir en sociedad y disfrutar de la cultura y de la relación con las personas? Hasta los 10 años no tienen mucho tiempo para adquirirlas. En este caso el sistema pivota, como tantos otros, en la ayuda de las familias y, en general, en el fuera de la escuela, especialmente, en las madres. Pero esto tiene unos límites, especialmente cuando padres y madres son inmigrantes.
Además, en general, en Baviera, en la escuela, se despliega una metodología muy poco actualizada, poco creativa, con pocos incentivos para los alumnos más allá de la necesidad de sacar buenas notas en los continuos y exigentes exámenes que se realizan a lo largo del curso. En definitiva, una pedagogía que, nos tememos, puede pasarles factura algún día pero que por ahora no produce un especial rechazo a la sociedad.
En este contexto observamos que Baviera tiene un Índice de Progreso Social (SPI) bastante más alto que Cataluña. También el Índice de Desarrollo Humano (IDH) es bastante más alto o el Índice Gini bastante más bajo (significa más igualdad) y, como colofón observamos que el abandono escolar prematuro (AEP) es también más bajo en Baviera que en Cataluña. Es decir, a pesar de tener un sistema educativo enormemente segregador, la situación social, desde el punto de vista de las desigualdades, es mucho mejor que la nuestra.
¿Cómo explicamos lo que para muchos puede ser una paradoja? Sin duda, el modelo de FP dual y el papel social de un sistema productivo intervenido en su gestión por los sindicatos ha tenido mucho que ver. Podemos encontrar una gran diferencia con nuestro país en el que el profundo desprecio que se ha tenido por la FP ha tenido unos efectos desastrosos para la cohesión social y la igualdad de oportunidades. En nuestro caso, el éxito de un estudiante se mide más por su acceso a los estudios universitarios que por tener una formación que le permita vivir dignamente en sociedad. Así, tendemos a insistir en colocar a los alumnos en una dinámica estrictamente académica (universitaria, en el sentido más restrictivo de la palabra) y los sometemos a una lógica metodológica y curricular a menudo poco adecuada para buena parte del alumnado que, entre otros fenómenos, genera índices muy altos de abandono escolar prematuro.
En definitiva, podríamos constatar que el sistema educativo alemán, a pesar de sus problemas, se ajusta bastante a las necesidades sociales del país; que los ciudadanos alemanes encuentran en el sistema educativo una respuesta (muchas veces selectiva) a sus necesidades de “acomodación” social; y que un sistema educativo segregador se ve compensado por un sistema de bienestar social robusto (Alemania), mientras que un sistema de bienestar social débil no puede compensarse fácilmente con un sistema educativo más igualitario (Cataluña).
Estas constataciones pueden conducirnos a unas cuantas preguntas. ¿Hasta qué punto los sistemas educativos deben dar salidas ajustadas a los modelos de sociedad a los que sirven? Las soluciones educativas y formativas que se dan a los alumnos, ¿sólo tienen sentido si encuentran una respuesta adecuada a la sociedad? ¿Hasta qué punto se pueden implementar herramientas innovadoras sin entrar en conflicto con las demandas de la sociedad? Un final abierto para alimentar debates que solemos evitar porque, pese a su trascendencia, no son urgentes.
Francesc Colomé, Xavier Farriols, Josep Francí y Oriol Homs
Publicado en la versión en catalán de Opina FP el 16 de octubre de 2024