Bienvenido Informe PISA
La presentación de los resultados del informe PISA 2023 ha estallado como un obús en la sociedad catalana y de forma destacada entre los diferentes actores de la comunidad educativa. Desde su aparición, el debate sobre las causas del bajón registrado en los resultados académicos por parte del alumnado de Cataluña está presente en todos los medios de comunicación y en diferentes ámbitos políticos, sociales y económicos.
El informe PISA ha evidenciado lo que todos (docentes, inspectores, familias, alumnos, expertos y administraciones públicas) ya sabía: que nuestro sistema educativo tiene dificultades para estar a la altura de los nuevos tiempos, más diversos, más digitales y más exigentes. Bienvenido PISA. Y si además PISA evaluara también las competencias digitales, ¿qué pasaría?
Es muy posible que hubiera una intuición compartida con respecto a los resultados de nuestro sistema educativo, però lo que resulta más desconcertante es el análisis de las razones por las que se han dado estos resultados, aquí el espectáculo de la dispersión ha sido absoluto , con la percepción, preocupante, de que no hay un criterio más o menos consensuado que explique los resultados sino que todo el mundo lo ha aprovechado para echar el agua a su molino, a veces con posiciones absolutamente opuestas, por lo que resulta difícil pensar que de un debate social entre todas las partes pueda salir alguna conclusión que no sea únicamente la de incrementar el gasto de forma indiscriminada.
Será difícil, por lo visto, llegar a acuerdos, pero hay que aprovechar la ocasión, no para echarnos las culpas de forma interesada cada uno tirando hacia su casa, sino para identificar lo que no funciona y construir lo que hace falta para educar y formar a la ciudadanía del presente y del futuro.
Lo que debemos preguntarnos es cómo queremos educar y formar a todos sin dejar a nadie atrás, en un entorno cada vez más digitalizado y con un mayor nivel de exigencia por parte de las familias y de la sociedad. Un entorno con niveles de desigualdad social, económica y cultural excesivamente elevados, y con una intervención desaforada de los sistemas de información y comunicación que presionan a la ciudadanía hacia comportamientos marcados por los intereses de beneficio a corto plazo.
En un contexto así, seguro que no se puede continuar la tarea educadora de la misma forma que se ha hecho hasta ahora. Se necesitan recursos, docentes implicados y formados, y criterios pedagógicos actualizados y adecuados a las necesidades de los aprendizajes.
Durante el siglo XX se construyó un impresionante sistema educativo universal que ha permitido a la mayoría de la población adquirir los conocimientos y competencias de nivel secundario y universitario para disfrutar de niveles de bienestar dignos. Ahora, ya bien entrados en el siglo XXI, es necesario conseguirlo, no sólo para la mayoría, sino para todos y, además, en un mundo nuevo. Éste es el reto al que hay que dedicar todos los esfuerzos de todos los actores e instituciones clave del país.
Y para ello es necesario revisar todos los elementos que chirrían y que el debate sobre el Informe PISA ha puesto de manifiesto. Seguro que falta más financiación para dotar a los centros de más docentes y mejor pagados, de más recursos, equipamientos e infraestructuras, pero también es necesario utilizar mejor los presupuestos actuales. Se necesitan nuevos mecanismos de selección de los docentes, con un mejor entrenamiento de sus competencias profesionales y con una formación actualizada permanentemente. Serán necesarios equipos más profesionalizados de dirección de los centros y criterios organizativos más innovadores y eficientes, al servicio de los objetivos a conseguir, que abarquen desde el Departamento de Educación hasta los centros educativos pasando por la inspección y el Consejo de Evaluación del Sistema Educativo.
Y deberemos contar con unas estrategias de acogida de los recién llegados eficaces para acelerar su proceso de integración y adaptación, con unas estrategias educativas capaces de responder de forma personalizada a las capacidades de todo el alumnado y suficientemente estimulantes para motivar a las nuevas generaciones en un mundo lleno de estímulos de aprendizaje. Y ofreciendo perspectivas dignas a quienes, sin embargo, no consigan los objetivos fijados.
Y en este último punto entra la formación profesional, que no está presente directamente en los debates de PISA, aunque algunas voces apuntan hacia la FP por los que salen insuficientemente preparados de la educación obligatoria, volviendo a confundir profesionalización con dificultades escolares. La formación profesional está pensada para profesionalizar a todos, sea cual sea el nivel adquirido en la educación general. No debe confundirse con la cuestión sobre cómo profesionalizar únicamente a las personas que pueden ocupar los puestos de trabajo de bajas competencias, que, además, por mucha automatización que se introduzca en el sector productivo, son puestos que seguirán existiendo.
Es necesario introducir esta temática en el debate sobre PISA. Ninguna persona que no tenga adquiridas las competencias transversales mínimas de comprensión lectora, matemáticas y lengua podrá incorporarse en el mercado de trabajo ni en las ocupaciones elementales, en condiciones dignas. Por tanto, no traslademos a la formación profesional las dificultades que provienen de los aprendizajes básicos.
Las escuelas de segunda oportunidad y PTT han demostrado su eficacia para compaginar ambas funciones: el desarrollo de las capacidades básicas y la profesionalización elemental. Por tanto, es necesario incorporar estas estrategias de aprendizaje en la educación secundaria obligatoria.
Cada vez se hace más patentes el viejo refrán africano que para educar a un niño/a hace falta toda la tribu. El sistema educativo no podrá afrontar aisladamente los retos del presente y por tanto en los elementos de solución de los problemas actuales será necesario también incorporar la articulación de la participación y la colaboración de toda la sociedad, desde los medios de comunicación tradicionales y las nuevas redes sociales, hasta las empresas y sobre todo las familias, responsables en primera instancia de la educación de sus hijos e hijas, y especialmente todas las administraciones públicas, desde la local, hasta la autonómica y la estatal, responsables del liderazgo del sistema educativo.
La trascendencia de las respuestas a buscar está muy por encima del fracaso ocasional en unas pruebas como las que alimentan el Informe PISA. Nos pone frente al espejo como sociedad y nos interpela en lo que no hemos sabido o no hemos querido hacer: situar el sistema educativo en el centro de las políticas sociales e invertir todos los recursos y la sabiduría que reclama.
Francesc Colomé, Josep Francí, Xavier Farriols y Oriol Homs
Publicado en la versión en catalán de Opina FP el día 9 de enero de 2024