Los centros, la clave del sistema de FP

La ley orgánica de FP ha abierto una nueva etapa del sistema de FP para adaptarlo a los importantes retos que suponen las transformaciones sociales, económicas y tecnológicas en curso. Integrar los distintos subsistemas separados hasta ahora, flexibilizar la oferta formativa y adaptarla a las nuevas necesidades de las empresas, orientar todo el sistema hacia la formación a lo largo de la vida, generalizar la formación dual, son medidas que impactarán de lleno en la vida y funcionamiento de los centros de formación profesional.

En esta nueva etapa, los centros constituirán el terreno práctico en el que tendrán que materializarse todas estas propuestas y es allí donde se medirán los problemas, los aciertos y los errores de las decisiones sobre la aplicación de los postulados de la ley.

La misma ley configura unos centros que tendrán que tender hacia un modelo integral que incorpore, además de la función formativa inicial y continuada, su implicación en proyectos de innovación, de investigación aplicada, de emprendimiento, con una dimensión internacional, y los servicios de orientación profesional y la acreditación de competencias.

Además, indica una serie de vías para llevarlo a cabo. Propone promover los centros especializados en formación profesional que puedan impartir toda la nueva gama de ofertas formativas, con nuevas metodologías activas de aprendizaje y que lo hagan de forma colaborativa a través de redes de centros, coordinadas con los actores del territorio y las empresas.

A tal fin propone la asignación de recursos humanos y materiales adicionales para incentivar la aceleración de las transformaciones que suponen todas estas propuestas. Por último, señala la necesidad de construir una cultura estrecha de colaboración con el tejido empresarial y económico.

Todo ello supone un cambio profundo de la realidad del día a día de la mayoría de los centros y debería comportar un importante apoyo a los centros que ya hace tiempo habían iniciado vías de experimentación en estas direcciones. Estos centros pioneros pueden jugar un papel clave como líderes de redes de excelencia que transfieran las experiencias vividas y ayuden a los demás centros en su proceso de transformación.

Pero seamos claros: todas estas transformaciones no serán posibles sin una planificación detallada de los procesos de cambio, que ponga a disposición de los centros los recursos humanos y materiales y de asesoramiento y acompañamiento necesarios.

En primer lugar, habrá que diferenciar a los centros de FP -convertidos en Centros Integrados de FP- de los institutos con oferta de ESO y Bachillerato y esto supone toda una nueva planificación territorial de la oferta formativa que requerirá en muchos casos la remodelación estructural de los edificios y de la organización de los centros. Este hecho puede ser una gran oportunidad para diseñar los centros del futuro que requieren nuevas concepciones sobre la organización de los espacios formativos, y por tanto prever las partidas presupuestarias adecuadas.

En segundo lugar, habrá que formar a los equipos docentes y a los equipos directivos de los centros para que afronten los cambios con garantías de éxito. En la nueva etapa los centros tendrán que ganar en autonomía y en volumen. La ampliación de las funciones de los centros requerirá nuevas especializaciones de sus equipos y la incorporación de nuevas figuras profesionales. Esto significa mayor complejidad que requerirá superar resistencias, dotarles de más recursos y capacidad de gestión y sobre todo ayudarles a reformular las didácticas y su papel formativo.

En tercer lugar, ayudar a los centros a liderar la relación con las empresas y su entorno territorial. Relacionarse de forma coordinada con las empresas de su territorio, con las organizaciones empresariales y profesionales, con los agentes sociales, con los ayuntamientos y otras administraciones presentes en el territorio, con las entidades sociales y culturales del entorno, exige fortalecer la capacidad relacional de los centros actuales y establecer canales de comunicación fluidos y estables.

Hoy ya existe un núcleo avanzado de centros que tienen una experiencia muy valiosa en estos procesos de cambio. El reto es la extensión del cambio en la mayoría de los centros. Dejar hacer y aprender de los avanzados, ayudar a los que están en proceso y empujar a los que van más lentos requiere una relación diferente entre los diferentes servicios de la administración educativa y los centros. Es necesario pasar de la uniformidad a estrategias personalizadas para cada uno de ellos.

Hay que tener en cuenta que todos estos cambios están sucediendo en un marco de transformaciones que también afectan a las expectativas de los jóvenes y su cultura hacia el trabajo. Los centros tendrán que estar a la altura de las ambiciones profesionalizadoras de las nuevas generaciones y de sus familias.

Mucho trabajo por hacer, que requerirá la colaboración, el esfuerzo y el trabajo en una misma dirección por parte de todos los actores del ecosistema formativo para movilizar recursos, voluntades y mentalidades.

Oriol Homs, Francesc Colomé, Xavier Farriols y Josep Francí    

Publicado en Opina FP el 25 de junio de 2024